domingo, 31 de mayo de 2015

La educación exige emociones

Una de las cuestiones que con frecuencia me he planteado es cómo, por ejemplo, hay personas con un coeficiente intelectual más elevado que el de Albert Einstein pero no son o no han sido tan creativas y no han llegado tan lejos como este científico. La explicación la encuentro en que la inteligencia es un compendio de varías aptitudes entre las que se encuentra, aparte de CI (coeficiente de inteligencia), la capacidad emocional con la que afrontamos las situaciones y en ella incluyo la creatividad.
Es por ello, que como primer artículo me he decidido por este que tiene el título de:
LA EDUCACIÓN EXIGE EMOCIONES


La primera cuestión es: ¿estamos educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe?. El sistema pedagógico actual parece haberse estancado; la consigna respecto a la educación insiste en que hay que “estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que, una vez finalizada la etapa de estudiante, habría un “empleo fijo” con un “salario estable”.
Pero la realidad laboral ha cambiado y estas consignas académicas han dejado de ser válidas. Y es que las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Según Ken Robinson (experto en educación), “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”.
Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, pero “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un “ruido” que impide escuchar la propia voz interior.
  
La voz de los adolescentes:
“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela” (GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ)
Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana.
En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan para darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.
Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio porque la educación industrial ha quedado desfasada. La educación no necesita que la reformen, sino que “la transformen”. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona.
En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales ppo sí mismos, sin intermediarios de  ningún tipo.
La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que son propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA.
  
¿Para qué sirve?
“Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente” (LAO TSÉ)
La educación emocional promueve entre los jóvenes una serie de valores que les permitan descubrir su propio valor, pudiendo así  aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos se destacan:
  • Autoconocimiento: Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.
  • Responsabilidad: Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga.
  • Autoestima: El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una pecepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir su propio camino.
  • Felicidad: La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.
  • Amor: En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar ala vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.
  • Talento: Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.
  • Bien común: Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace bien a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad.
El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, uno de los grandes desafíos contemporáneos. Que se haga realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación.


Imagen | Love Between the Lines de amitza bajo licencia CC BY 2.0 DE

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Imagen de fondo: Group Jump de Paolo Dala bajo licencia CC